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cáncer de próstata

Dificultad para orinar, sangre en la orina o en el semen, dolor al eyacular o miccionar, flujo de orina débil o interrumpido, micción frecuente, en especial por las noches, son algunas de las señales que, según el Ministerio de Salud, pueden indicar la presencia de un cáncer de próstata. Sin embargo, el urólogo David Ruiz, de la Clínica Medellín, explica que es una enfermedad asintomática y no es prevenible.

Las personas con antecedentes familiares en primer grado, es decir padres y hermanos que la hayan padecido, y de raza afroamericana, deben hacerse un tamizaje a los 45 años para hacer un diagnóstico que confirme o descarte su presencia; el resto de los hombres lo deben hacer después de los 50.

El tamizaje, señala el doctor Ruiz, se hace de dos maneras: el tacto rectal con un urólogo especialista -no se recomienda que sea con un médico general, ya que el diagnóstico puede no ser el indicado-, y el examen de sangre llamado el antígeno específico de próstata. Este arroja un índice: si se encuentra por debajo de 1, la prueba se puede repetir dos a cuatro años después; si está entre 1 y 4, hay que acudir de nuevo al año o dos años después; y si indica entre 4 y 10, se tiene que regresar cada mes para confirmar ese valor elevado y definir si hay necesidad de hacer una biopsia de próstata.

¿Qué es la próstata?

Una pequeña glándula que pertenece al aparato reproductor masculino. Esa es la próstata, localizada por debajo de la vejiga y por delante del recto, rodeando a la uretra, cuenta el Ministerio de Salud. Tiene tareas importantes para la función sexual, reproductiva y urinaria, y es por ello por lo que cuando surge un cáncer estas se afectan en mayor medida. Al no ser prevenible, los esfuerzos médicos apuntan a registrar una mayor tasa de detección temprana para poder atender a tiempo la enfermedad y evitarle al paciente mayores traumas para su calidad de vida. Si aparecen los síntomas, es posible que el cáncer se encuentre en estados muy avanzados.


Los tratamientos

Existen varios tratamientos avalados, pero los dos más relevantes, en palabras del urólogo Ruiz, son la prostatectomía radical -cirugía- y la radioterapia externa.

Otras intervenciones pueden ser la electrofrecuencia, la crioterapia, la terapia biológica, pero no son tan conocidas y se aplican en un nicho específico con pacientes seleccionados.

La cirugía es recomendada para personas que soportan la anestesia, pero si tienen riesgos cardiovasculares elevados, lo ideal es la radioterapia.

Cuando se opta por la intervención quirúrgica, esta es posible hacerla de tres maneras: de modo abierto convencional, por laparoscopia o asistida por robots. En todos los casos el desenlace oncológico es el mismo, pero las dos últimas tienen menos complicaciones hemorrágicas y la recuperación es más pronta, con lo cual el paciente podrá retornar más rápido a sus actividades cotidianas y tendrá menor impacto en su calidad de vida, como la disfunción eréctil o la incontinencia urinaria.

Los primeros seis meses de recuperación son los más difíciles de manejar, porque la persona tendrá, según el doctor Ruiz, que reaprender a orinar y además su función eréctil no estará en su mejor forma. Pasado ese tiempo, el 97 % de los pacientes logra recuperar el control, pero en un 3 % pueden quedar con problemas de incontinencia severa, para lo cual se ofrecen otros tratamientos complementarios.


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