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La obesidad se reconoce hoy en día como una epidemia a nivel mundial. Desde el año 1980, la prevalencia viene aumentando de manera progresiva al punto que en la actualidad la mitad de la población del mundo se encuentra en condición de obesidad o sobrepeso.


Hay asociación claramente establecida de la obesidad con diabetes mellitus, hipercolesterolemia, hipertensión, fibrilación auricular y trastornos del sueño, todo lo cual aumenta el riesgo de padecer enfermedades cardiovasculares como el infarto agudo al miocardio, insuficiencia cardíaca congestiva, enfermedad cerebrovascular isquémica y muerte cardíaca súbita.  

Estas enfermedades cardiovasculares explican una tercera parte de las muertes que ocurren en el mundo. Se reconoce ahora que la obesidad abdominal o centrípeta es un predictor de enfermedad cardiovascular muy fuerte.

Se ha demostrado que la obesidad es una condición que genera un entorno inflamatorio adverso que influye directamente en la presentación de estas enfermedades.   

Los factores que explican el incremento exponencial de la prevalencia de obesidad en la población mundial tienen que ver con cambios en los sistemas globales de alimentación, alimentos más procesados, automatización de muchos empleos y más transporte motorizado que en fin último llevan a un estilo de vida más sedentario.

La modificación de los estilos de vida y en consecuencia pérdida de peso tienen un claro beneficio con relación a la mejoría en la inflamación sistémica y disfunción endotelial que acompañan a la obesidad.

Los estudios a gran escala han demostrado que una dieta baja en grasas en pacientes con obesidad disminuye la probabilidad de morir por cualquier causa. Si esta intervención se acompaña de un programa estructurado de actividad física se constituye en la intervención más efectiva para prevenir la presentación de enfermedades cardiovasculares y disminuir la progresión de estas en los pacientes que las padecen.

En los casos en los cuáles la obesidad extrema acompaña a estas enfermedades cardiovasculares, un programa formal de actividad física y modificación de los hábitos de alimentación asociado a procedimientos como la cirugía bariátrica pueden revertir y disminuir el riesgo de padecer estas enfermedades.

Los esfuerzos globales del personal de salud, por tanto, deben dirigirse hacia estrategias que favorezcan entornos de educación al paciente y su círculo familiar con el fin de intervenir mediante hábitos y estilos de vida saludables un factor de riesgo claramente modificable como lo es la obesidad, y con esto disminuir el efecto catastrófico de las enfermedades cardiovasculares que representan una carga alta de morbilidad y mortalidad en todo el mundo.


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