El síncope de alto riesgo: claves para entender este trastorno

Suele ser comparado o confundido con un desmayo o un mareo. Clínicamente es descrito como un episodio en el que la persona pierde el conocimiento por un breve periodo, pero se recupera por completo en poco tiempo.
Felipe Cañas, médico, especialista en medicina interna y en cardiología, señala que es una situación frecuente que se le presenta a una de cada tres personas en su vida, por diferentes razones. Puede ser por condiciones médicas, con el consumo de medicamentos para controlar la presión o la hipertensión, o por ocurrencias cotidianas como comer copiosamente o tomarse unos tragos de más en un día caluroso, o simplemente al levantarse muy rápido de la cama.
Y aunque en ocasiones, dice Cañas, no amerita una consulta en urgencias, hay casos de alto riesgo que sí se requiere de una revisión o una atención más oportuna.
“El síncope tal vez representa el 1 % de las consultas por urgencias, entonces dependerá del escenario si lo consideramos un problema o no. El temor de las personas es que esa pérdida de conocimiento esté asociada a una falla cardiaca derivada de enfermedades cardiovasculares”, acota el médico.

Causas del síncope de alto riesgo

Este trastorno puede presentarse por la combinación de varios factores, entre ellos los siguientes:
- Sus genes
- El ambiente en el que vive
- Infecciones
- Preocupaciones
- Patrones de sueño
- La manera en la que se alimenta
- La intensidad del ejercicio que practica
Todos estos, en conjunto, pueden provocar que el desmayo o la pérdida de conocimiento sea de alto riesgo.
Cañas hace claridad en que el síncope en un síntoma que puede ser la primera señal de una enfermedad grave, quizás relacionadas con fallas cardiacas, y por eso los desmayos de este tipo no pueden ser normalizados. Al contrario, requieren de una revisión para poder tener un diagnóstico temprano en caso de que la condición de salud sea más delicada.

Compromisos con su estilo de vida

El especialista explica que la mayoría de personas que tienen síncopes benignos generalmente recibirán recomendaciones del médico asociadas a estilos de vida saludable siguiendo buenas prácticas en alimentación y ejercicio, pero en caso tal de no acatarlas los episodios se seguirán presentando con frecuencia y tendrán que aprender a convivir con ellos.
Los síncopes son más frecuentes en dos periodos de la vida: entre los diez y los veinte años, mientras adquieren su madurez biológica y aprenden a seguir hábitos de alimentación e hidratación adecuados; y de los sesenta en adelante.
En cuanto al manejo, Cañas dice que si bien los medicamentos son una opción, el más usual es el factor educativo para enseñarle al paciente a controlar las reacciones que su cuerpo tiene ante determinadas situaciones que le pueden generar estrés a su organismo.
“La labor del médico es ayudarle al paciente a identificar los estresores más comunes que le permitan tener un equilibrio: evitar la deshidratación, no pasar ayunos pero tampoco comer de más, no estar de pie por tiempos prolongados, hacer ejercicio que fortaleza las piernas y le brinde mayor resistencia a su actividad cardiovascular, manejar la respiración, entre otros hábitos”, sostiene el experto.
En ese sentido, la familia cumple un rol clave pues debe aprender a actuar en los casos en que el paciente tenga un episodio de síncope y determinar cuándo es algo leve pero también en qué circunstancias se requiere acudir a urgencias.
“En casos muy seleccionados algunos pacientes pueden necesitar un marcapasos o cirugías para modular la respuesta del cuerpo y que no lleguen a la pérdida del conocimiento, pero son invasivos y se acude a aparatos adicionales que no son inocuos –es decir que pueden causar daño físico o moral–. Afortunadamente quienes lo necesitan son una minoría”, concluye Cañas.