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La salida de sangre por el rompimiento de los vasos sanguíneos del aparato circulatorio se puede dar de forma interna o externa en nuestro cuerpo. ¿Cómo actuar en cualquiera de estos dos escenarios?


Es cierto que ver salir sangre en abundancia del cuerpo puede asustar y quizás el primer pensamiento que surge es el de acudir a urgencias de inmediato, pero no siempre es necesario. Hay distintos tipos y niveles de gravedad de las hemorragias, algunos de ellos se prestan para ser atendidos en casa con un manejo básico, pero hay otros que, ya sea por la cantidad de líquido expulsado o porque son internos y ponen en riesgo algunos órganos, requieren de la atención médica.

La enfermera Nadia Cristina Galvis, de la Clínica Medellín, explica que las hemorragias se originan con el rompimiento de los vasos sanguíneos del aparato circulatorio. Estas pueden ser capilares, cuando se presentan en la parte más superficial de la piel; venosas, por la ruptura de una vena, o arteriales, cuando se afecta una arteria. La mayoría son provocadas por heridas o traumas.

También hay hemorragias internas, que generalmente no son perceptibles a la vista y la sangre se queda contenida en las vísceras.
Su nivel de gravedad, acota Galvis, se clasifica así:
• Leve: cuando la pérdida de líquido es menor a 500 centímetros cúbicos.
• Moderada: entre 500 y 1.000 cm3 sin síntomas de hipovolemia, es decir que no hay disminución de la cantidad de sangre en el organismo.
• Grave: pérdida superior a los 1.000 cm3.
• Muy grave: entre 1.500 y 3.000 cm3 y se origina un shock hipovolémico.
• En el caso de las pérdidas superiores a los 3.000 cm3 ya se le debe dar un manejo intrahospitalario.

Las hemorragias más comunes se dan en el cuero cabelludo, ya que esta es una región de la piel muy vascularizada, también los pómulos y la nariz, y en pacientes en procesos de quimioterapia, por efecto de los tratamientos con anticoagulantes, se puede presentar en la boca y los dientes. También son comunes en las piernas de las personas con insuficiencia venosa.

Paso a paso para limpiar y sanar la herida

En caso de que alguien en casa sufra de una hemorragia, lo primero que se debe hacer es limpiar la zona afectada. Lo correcto es mediante una gasa húmeda con agua fría, ya que si está caliente esto puede hacer que los vasos sanguíneos se dilaten y aumenten el sangrado. No se recomiendan el alcohol, el yodo o el merthiolate.

Una vez se limpia la herida se debe hacer presión sobre el punto por el cual está brotando la sangre, por un tiempo indefinido hasta que se detenga el sangrado. Eso dependerá de la capacidad de coagulación de cada persona.

En caso de que la herida sea en los brazos o las piernas, se sugiere sostener la presión y mantener elevada la extremidad para que no permanezca el sangrado por efecto de la gravedad.

Anteriormente, señala la enfermera, se recomendaba hacer un torniquete con cintas, guantes o vendas en una zona superior de la herida sangrante y evitar que el líquido llegara a la herida, pero recientemente este manejo ha sido revaluado pues generara mucho dolor al paciente y no se tenía una noción clara de cuánta presión se estaba efectuando.

Una vez el sangrado se detiene y en la herida se forma un coágulo, este no se debe tocar ni retirar. Lo ideal es tapar el punto con un vendaje elástico hasta que se forme una costra. También se recomienda el uso de apósitos hemostáticos cuando sea posible, una especie de gasa muy común en cirugía que se debe dejar durante 48 horas. Luego de este periodo, la herida se destapa para que cicatrice y se recupere de forma natural.

¿En qué circunstancias se debe acudir al médico?

Si a pesar de haber efectuado el procedimiento anterior el sangrado no se detiene, lo indicado es acudir al médico.

Se puede medir la cantidad de sangre perdida si en casa cuentan con compresas, ya que estas tienen capacidad de absorción y se puede medir la cantidad de líquido que estas retienen, aunque por lo general el material más común en los hogares son las gasas.

Las hemorragias más difíciles de contener son las arteriales, estas son más profundas y requieren de una atención inmediata. Se pueden reconocer porque cuando son expulsadas salen con mayor presión, además de que su tonalidad es más clara. En cambio, las venosas son más oscuras y con una presión bien ejercida es posible controlarlas.

En cuanto a las hemorragias internas, al no ser perceptibles a la vista no son tan fáciles de detectar y generalmente los síntomas son neurológicos cuando se presentan en la cabeza, o mediante hinchazones, malestar, palidez o vómito en caso de estar en órganos como el abdomen, el pecho o las piernas.

Posibles complicaciones

No atender de forma adecuada una hemorragia puede conllevar a otras complicaciones como la hipovolemia, ya mencionada antes, que a su vez provoca anemia y otras alteraciones en el funcionamiento del organismo.


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