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Tras ocho años en la Clínica Medellín, Ánderson Mauricio Mora entiende que su trabajo es parte vital en la atención de los pacientes y se preocupa por ser cada día más amable y cordial en su trato.


Al ver la angustia y la zozobra con la que llegan algunos de los pacientes, Ánderson supo que su labor no podía restringirse a movilizarlos de un lugar a otro en una camilla, y que su rol tenía una fuerza única para acompañarlos en su vulnerabilidad.

“Nosotros les cooperamos a las enfermeras, los auxiliares y los médicos llevando a los pacientes de una habitación al lugar en el que le harán una intervención o al contrario, pero con los pacientes es curioso porque muchas veces nos preguntan qué les van a hacer y se notan muy nerviosos, nos toca transmitirles información y tranquilizarlos con palabras de ánimo y de esperanza que al final agradecen”.

Los últimos ocho años, de los 45 que tiene de vida, Ánderson los ha dedicado a su labor como camillero en la Clínica Medellín. Oriundo de Barranquilla, hace 27 años se trasladó a la capital antioqueña, de donde son sus padres, y comenzó a cursar una tecnología en Investigación Judicial, pero las ofertas laborales relacionadas con ese ámbito eran escasas y se dedicó a otros oficios.

Un amigo le recomendó hacer un curso de primeros auxilios y de camillero, que tal vez podría abrirle nuevas oportunidades, y en efecto encontró una en la Clínica Medellín, institución en la que dice trabajar con mucha satisfacción.

El impacto de su labor

Ánderson ha procurado humanizar su labor y ponerse en el lugar de los pacientes para entender sus necesidades.

Él trata de imaginar qué pasaría si estuviese en esa situación y qué esperarían sus familiares del trato que recibe en una institución como la Clínica Medellín, por lo cual se esmera porque su trato con los pacientes sea ameno y cordial, más en el estado en que llegan muchos de ellos.

Hubo una historia que lo impactó en su trayectoria: ocurrió con una paciente que debido a algunas infecciones estaba aislada en la UCI, acompañada de su esposo y en unas condiciones de salud muy difíciles.

Por alguna razón, Ánderson centró su atención en ella ya que cuando la transportaba no le hablaba ni lo escuchaba. Sin embargo, él creía que ella podía salir adelante.

“Me marcó que veía a su esposo muy pendiente, con fotos de sus hijos, y me vi en esa situación porque yo también estoy casado y no sabría qué hacer si mi esposa estuviera en ese escenario”, recuerda.
Los veía a ambos tan entregados, él a ella y ella a sus ganas de luchar por su vida, que él hablaba con ellos y les insistía que todo iba a salir bien.

Su fe funcionó pues a los días la paciente comenzó a mejorar en su condición y luego él mismo se encargó de trasladarla de la UCI a una habitación en la que continuaría con su recuperación, hasta que fue dada de alta caminando por sus propios medios.

“El esposo me agradecía porque no solo los transportaba, sino que les transmitía esperanza”.

Ánderson procura ser mejor cada día en su labor, por eso se ha capacitado y formado para ser un camillero responsable y pendiente de contar con todos los elementos necesarios para prestar el servicio que esperan los pacientes y sus compañeros, entre ellos el personal asistencial y médico.

“Cada día agradezco pertenecer a una gran familia y una gran empresa que me ha dado la estabilidad, confianza y garantías, y que siento como propia”, cierra Ánderson.


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