Si es de día o es de noche, da lo mismo para María Moraima Arias, enfermera jefe de la
Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica Medellín. El estrés emocional y el agotamiento físico los siente de la misma manera, y aunque ya está acostumbrada a la rutina, por sus 23 años de experiencia profesional, once de ellos en la institución, la pandemia le ha agregado un peso extra a sus sensaciones.
Habituada a trabajar rodeada de pacientes en estado crítico producto de traumas, enfermedades catastróficas y cirugías complejas, para Arias ha sido complejo el escenario que esta emergencia sanitaria les plantea a ellas y sus compañeros de área un panorama inesperado y poco convencional, en el que, de repente, un pronóstico cambia, y además de cuidar vidas ajenas, debe conservar la suya con medidas de protección agobiantes pero necesarias.
El doctor Juan José Vélez, especialista en Cuidados Intensivos de la UCI de la Clínica Medellín, narra cómo al lavado de manos frecuente que debe hacer, y que ya es una tarea rutinaria y que sale casi por reflejo, tuvieron que añadirle el uso de tapabocas en cualquier lugar y momento, hasta en la sala de su casa. Solo se lo quitan para bañarse. Y no cualquier mascarilla, sino de aquellas que le aprietan lo suficiente para que no haya fisuras por las que el virus se logre colar.
El doctor Vélez y la enfermera Arias suelen coincidir en
las noches de UCI, donde antes podían abrazarse, felicitarse, besarse en el saludo, sonreírle a un paciente, darle un saludo afectuoso con sus manos. Hoy, hasta las visitas a los pacientes son restringidas, para limitar el contacto y evitar el contagio.
No son jornadas fáciles, concuerdan. Aunque la rutina ya se les hizo costumbre, no por eso deja de ser sofocante y angustiante. “Nos vemos en riego todo el tiempo”, precisa Arias. Un médico con miedo, es parte de su nueva rutina, pero “toca hacerlo a un lado y afrontarlo”, enfatiza Vélez.