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A pocos días de que se cumpla el tiempo para recibir su pensión, esta auxiliar administrativa del área de facturación quiere trascender y dejar un legado en la institución.


Presentar un proyecto para crear el grupo de pensionados de la Clínica Medellín, que hasta ahora no ha sido conformado, es el próximo objetivo que tiene Dalila Restrepo, una vez culmine su etapa laboral en la institución, que ella calcula se dará a mediados de noviembre, y luego de 22 años de desempeñarse como auxiliar administrativa en distintas áreas.

Le encantaría que todas las personas que han pasado por la Clínica tuvieran un espacio dónde encontrarse, recordar y revivir todos los momentos que han compartido en las distintas instalaciones que han ocupado. Para la mayoría, dice, la institución es su casa y aunque el vínculo laboral se termine, desde las emociones siguen conectados con una entidad que les brindó tantas alegrías.

“Me he preparado, pero no para desvincularme ni para dejar a mis compañeros, todo lo contrario, quiero seguir conectada con la Clínica y que de mí quede una imagen de una persona que dejó un legado”, sostiene Dalila.

Su historia

Dalila, quien en la actualidad atiende en el área de facturación, y estudió técnica en Servicios de Salud y Gerontología, arribó a la Clínica en el año 2000. En aquel momento ingresó a la sede Poblado y permaneció durante doce años, hasta que fue trasladada a la sede Occidente, para recibir a los primeros pacientes que llegaron a esta en su apertura.

De aquel instante le quedó marcado el recuerdo de la expectativa que tanto ella como sus compañeros tenían por saber quién sería la primera persona que ingresaría a servicio. “Todo estaba muy solo, las sillas y los pasillos vacíos, aún había muy pocos médicos atendiendo. Tuvimos que esperar mucho rato para que ingresara una mamá con su hija de ocho años. Después teníamos que seguir esperando, hasta dos horas para que volvieran a ingresar más pacientes”, rememora Dalila.

Con el paso de los días la situación fue cambiando y la sede ya tenía más acogida, por tanto, el trabajo para Dalila se incrementó.

Durante estos 22 años, Dalila ha vivido todo tipo de experiencias, la mayoría positivas, pero otras que le generaron muchas tristezas por algunos hechos particulares con la condición de salud de algunos pacientes, y uno en específico que vivió en carne propia. Fue cuando una de sus hijas nació con un problema de visión y tuvo que ser atendida en Bogotá.

“Todos los días trabajaba en el día y en la noche viajaba para estar con ella. Fueron días duros, pero conté con el apoyo de mis compañeros, hubo algunos que me reemplazaron en algunos turnos, los médicos también me colaboraron demasiado, todos se solidarizaron conmigo y estuve muy agradecida con ellos”, afirma.

Estos 22 años han sido todo un goce y un disfrute en su carrera. No había evento que Dalila se perdiera, desde los académicos y laborales hasta los de bienestar, siempre ella quería participar y demostrar su alegría. Levantarse todos los días, ponerse su uniforme y viajar hasta la Clínica para ubicarse en su puesto y atender a la clientela le generaba tantas emociones, que está convencida de que todas esas vivencias le harán falta, pero al mismo tiempo sabrá que fue feliz en su trabajo y que eso no tiene valor.


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