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El médico urgentólogo de la Clínica Medellín comparte sus experiencias luego de casi tres décadas de servicio en la institución.


La trayectoria del doctor Mauricio Posada Londoño en la Clínica Medellín ha estado marcada por los contrastes. De un lado, la felicidad de haber sido parte de la transformación de la institución y de servirles a tantas personas que con su atención han mejorado su calidad de vida; del otro, los instantes de dolor que le ha tocado presenciar cuando debe acompañar a alguno de sus pacientes en la transición hacia la muerte o al haber sido testigo directo de las épocas más complicadas de orden público en la ciudad.

A la institución ingresó en 1992. Tuvo la oportunidad de hacerlo antes, ya que al ser el hijo de Antonio Posada –ya fallecido–, uno de los socios de la clínica en aquella época, podía haber elegido hacer el año rural en esta, pero como ya presentía que su vida laboral transcurriría allí, optó por hacerlo mejor en un pueblo – Frontino (Antioquia) – y posteriormente sí se dio su vinculación oficial.

En la Clínica Medellín ha pasado por varios cargos, asistenciales y administrativos, y en todos ha disfrutado, aunque reconoce que el “bicho” de la atención médica es el que más le apasiona.

Protagonista del progreso

Inició su recorrido como médico general en urgencias, área de la cual luego fue el coordinador. En ese tiempo la Clínica Medellín tenía una sola sede, en el Centro de la ciudad, y para las atenciones más prioritarias tenían únicamente tres camillas y un puesto de enfermería, ya que solo se atendían a particulares, pólizas o medicinas prepagadas; aún no existían las empresas prestadoras de salud (EPS).

El panorama cambió cuando se construyó la Torre Fundadores y entró en vigor la Ley 100, que incrementó el trabajo. Esto le trajo nuevas funciones como jefe del servicio de urgencias de la clínica, aunque ahora ya más encargado de labores administrativas; “antes solo me tocaba hacer cuadros de turnos”, recuerda.

Habría tiempo de una pausa para reforzar conocimientos. Realizó una especialización en medicina de urgencias en la Universidad CES, lo cual le tomó tres años; al regreso, volvería al mismo cargo.

El camino en la clínica lo continuó como coordinador administrativo de la sede El Poblado, y posteriormente, como coordinador de servicios ambulatorios, pero con el tiempo quiso retornar a la asistencia médica y regresó al área de urgencias.

No fue fácil retomar dicha labor, le tocó capacitarse, recordar y actualizar viejos conceptos para adaptarse a los cambios en su profesión, pero con esfuerzo lo consiguió, para fortuna de sus pacientes, que ganaron con esta decisión.

Una labor gratificante

Haber vuelto a compartir con los pacientes, tener la fortuna de escucharlos y de acompañarlos con sus conocimientos técnicos y científicos ha sido de las cosas más gratificantes que destaca el doctor Mauricio de su labor.

Una de sus características es la de ser muy humano en el trato con las personas, a quienes trata de explicarles su condición de salud en lenguaje sencillo, “como me gustaría que me lo explicaran a mí si no fuese médico”.

Aunque le resulta doloroso tener que ver cómo algunos de ellos parten al descanso eterno, también es reconfortante cuando puede acompañarlos para que esa transición sea más llevadera.

“Cada jornada les rezo a mi papá y a Dios porque me permiten darles a las personas un poco de lo que yo sé para que se sientan tranquilos y seguros de que estoy con ellas y los acompaño en el proceso que están viviendo”, acota.

Vivió momentos muy dolorosos en la clínica al ver cómo las salas de urgencias se atestaban de heridos que generaban los atentados terroristas, pero ha sido parte de una trayectoria impecable que está cerca de terminar.

“Me faltan cuatro años para jubilarme, por eso he empezado a pensar en la preparación para ese momento tan importante. No quisiera desvincularme de la medicina, quisiera tener un trabajo vinculado a mi profesión más enfocada en la asistencia social y humana, en ayudar a bajar el conocimiento médico y acompañar en el trascender hacia la muerte”.

Una de sus reflexiones finales está ligada a los momentos tan complejos que como humanidad nos ha tocado vivir durante la pandemia, y en el valor que para las personas tiene contar con una asistencia médica humana y cercana.

“No se nos puede olvidar que por más trabajo que haya, por más angustias y despelotes que haya, hay que estar pendientes de la parte humana de las personas, y de entender esa necesidad de cada una de ellas para ayudarles a entender, a compartir lo que sienten y tienen en sus procesos”, concluye el doctor Posada.


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RAUL ALBERTO URIBE LENIS
Un afectuoso saludo al doctor Mauricio Posada a quien estimo y admiro mucho por su sencillez y calor humano. Ha sido mi jefe pero lo considero también mi amigo y esta reseña me demuestra mas la gran persona que es. La Clinica es muy afortunada de haberlo tenido todo este tiempo.
11 Jun 21
2 años 10 meses 24 días 20 horas 32 minutos

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