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La nutricionista dietista de la Clínica Medellín se retiró de la institución tras 31 años de servir a los pacientes. Una trayectoria impecable y reconocida a la que le rendimos homenaje.


En su mensaje de despedida no quiso dejar por fuera a nadie, por eso evitó mencionar nombres y mejor optó por agradecer a “toda la familia de la Clínica Medellín”, por el apoyo que le brindó para su ejercicio profesional, y a todos los pacientes a quienes atendió durante sus 31 años de labores en la institución, con quienes cumplió su lema favorito: “yo vine a servir”.

El sábado 29 de mayo fue su último día como nutricionista dietista de la clínica, aunque ya aclaró que “es imposible que yo deje de ser nutricionista”, y por tanto avisa que seguirá con consultas particulares, quizás una o dos veces a la semana.

“No soy nutricionista por accidente. Doy gracias porque hasta el último día hice lo que me gusta y me nace con todo el amor, me gusta compartir lo que sé sin guardarme nada”.

Ese mensaje se los quiso transmitir a las profesionales que la acompañaron en sus últimas semanas en la institución, a quienes invitó a que aprovecharan el legado que ella y las demás nutricionistas que se jubilaron en años recientes les dejaron, para “engrandecer la profesión y hacer cosas mucho mejores de las que nosotras hicimos”.

Momentos inolvidables

En tres décadas, Olga Lucía acumuló un cúmulo de instantes y vivencias que guardará para siempre en su memoria. Recuerda de manera especial la construcción de la Torre Fundadores, en el centro de Medellín, la fundación de la sede en El Poblado, la adquisición de la clínica Occidente, además de los cambios administrativos y regulatorios que hubo en el transcurso del tiempo.

Antes de vincularse con la institución, la doctora tuvo un paso por Comfama, donde estuvo involucrada en temas de educación a la comunidad, un área que la cautivó desde su comienzo como profesional.

Asistir era su mejor versión, si bien en sus primeros días en la Clínica Medellín debió atender asuntos administrativos.

Su vida, literal, se transformó en la institución. Llegó recién casada con su esposo Juan David, y ahora sale con dos hijos, Julián y Felipe, ya graduados como profesionales, proceso en el que la Clínica Medellín fue fundamental ya que desde que eran muy pequeños le brindó un auxilio económico que mantuvo vigente en todas sus etapas escolares y educativas.

“Fue una cosa muy bonita, un acompañamiento que me brindaron durante toda mi trayectoria en la institución”. Tal cual valora la licencia extendida que le dieron durante su licencia de maternidad del primer hijo, que estaba contemplada para tres meses y al final fue de seis. Además, durante un periodo estuvo trabajando durante medio tiempo, para destinar tiempo a su familia.

Una decisión difícil

A sus 57 años, Olga Lucía decidió que era hora de tomarse un descanso y darles la oportunidad a las nuevas generaciones de nutricionistas para que su legado profesional permanezca intacto.

No fue una decisión fácil de tomar, pero influyó mucho una serie de circunstancias familiares que la hicieron reflexionar sobre el valor del tiempo compartido con sus seres queridos.

“La Clínica me apoyó demasiado, eso fue determinante porque el trabajo me ayudó a sobrellevar esas penas. También conté con el apoyo de mi esposo y de mis hijos”, afirma.

De los pacientes se lleva el mejor recuerdo, de los mensajes que le enviaban por los cuidados y las atenciones que les brindaba y porque fueron ellos la razón de su trabajo.

“Era una satisfacción muy grande ver cómo ellos evolucionaban, se aliviaban, salían bien de la clínica, y que luego ellos se lo retribuyeran a uno con cosas tan bonitas. Todo lo de educación nutricional a la comunidad es algo muy bueno, por eso no quiero dejar de hacerlo”.

Un hasta luego con sabor a nostalgia y agradecimiento, es el que deja Olga Lucía para la Clínica Medellín y sus pacientes.


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