Cualquier tejido vivo está expuesto a una isquemia debido a una reducción del flujo sanguíneo, causando una necrosis o la muerte celular del órgano.

Suele ser común que la mayoría de las personas asocia el infarto con el corazón, dado que este es uno de los órganos más afectados por esta emergencia médica que se origina por la obstrucción de las arterias que conducen la sangre. Sin embargo, como explica el doctor Mateo Mejía, cardiólogo de la Clínica Medellín, cualquier tejido vivo en el cuerpo al que le llegue este flujo está expuesto a esta situación.
“Cuando se corta la circulación sanguínea, los tejidos empiezan a sufrir unos cambios nivel microcelular que terminan en pérdida del tejido (creación de una cicatriz) lo que conocemos como infarto, aunque el término médico más preciso es una isquemia, que produce una necrosis o la muerte celular de ese órgano”, describe el especialista.
En palabras más simples: un infarto ocurre cuando a un tejido u órgano le deja de llegar sangre. Puede ser el corazón, el cerebro, los riñones, el hígado, los pulmones. En muchas partes, hasta la piel.
Las causas
Un infarto tiene múltiples causas, incluso en ocasiones, dice el cardiólogo Mejía, estas son desconocidas, pero las más comunes apuntan a una enfermedad aterosclerótica, provocada por la acumulación de colesterol y otras sustancias en las paredes de las arterias. Esta ocasiona un taponamiento de estas tuberías sanguíneas hasta cerrarlas por completo.
Esta enfermedad también está correlacionada con la edad, ya que durante el proceso de envejecimiento se va aumentando esa acumulación que ocasiona el infarto. además, a lo anterior se suma una carga genética que hace que esta condición pueda ser heredada por distintas generaciones.
Estos factores: edad y genética son inmodificables, asevera Mejía, pero hay otros que sí pueden ser tratados, como el tabaquismo activo, la falta de ejercicio, la obesidad, la diabetes, la hipertensión arterial o los malos hábitos nutricionales que generan un colesterol alto.
Para Mateo Mejía, es complejo establecer un patrón en la manera como un infarto se manifiesta en las personas. Sin embargo, hay algunos signos que son representativos, haciendo referencia a la angina de pecho: un dolor retroesternal (es decir, detrás del esternón) y opresivo, que empeora con el esfuerzo y mejora con el reposo o con el suministro de medicamentos como los nitratos, que hacen que los vasos sanguíneos se expandan o dilaten para disminuir la obstrucción. Por lo general, este se irradia hacia los brazos (en especial el izquierdo), el cuello, la mandíbula y/o la espalda.
El tratamiento del infarto
Cuando un paciente llega a consulta con algunos síntomas que pueden estar relacionados con un infarto, se le hace un diagnóstico mediante el cual se identifica en qué parte está sintiendo el dolor, y con base en su condición de salud y los factores de riesgo antes mencionados se determina el tratamiento a seguir.
Hay casos en que, al paciente, por su gravedad, se intervienen de inmediato con medicamentos y un cateterismo cardíaco, pero en otras situaciones se le realizan exámenes y se le deja bajo vigilancia. Algunas personas aducen sentir asfixia, otros acusan desmayos o palpitaciones intensas, que requieren de una evaluación para determinar su tratamiento.
Mateo Mejía sugiere acudir a consulta cuando el dolor en el pecho es intenso y se sostiene por más de media hora, con síntomas de opresión; si hay ahogamiento o asfixia, o se cansan demasiado pronto haciendo sus rutinas cotidianas, cuando antes no ocurría, lo ideal es que se hagan revisar.
Una de las aclaraciones que hace el cardiólogo es que cada caso tiene sus particularidades y también su tratamiento. Por eso insiste en no compararse con situaciones similares, ni tampoco ingerir algún medicamento no formulado por el médico tratante porque a otra persona le funcionó. “Ante cualquier duda, consulten”, es su mensaje final.