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La actividad física genera un impacto positivo en la prevención de un evento de este tipo y favorece el proceso recuperatorio de los pacientes.  



La salud ósea, en cualquier etapa de la vida, pero en particular en las edades más avanzadas por el deterioro natural del cuerpo, demanda el desarrollo de actividad física constante que favorezca la calidad y la fortaleza de los huesos.

Dice la doctora Marcela Echavarría, médica deportóloga de la Clínica Medellín, que una de las causas principales de las fracturas de cadera en los adultos mayores, las caídas, se puede prevenir si la persona tiene mayor control de sus movimientos corporales, y el ejercicio es la mejor vía para ayudar a que esta tenga más equilibrio, reacción y velocidad y así responder de forma correcta ante un tropiezo o un resbalón.

De igual forma, cuando ocurre un evento de este tipo, la actividad física prepara a la persona para tener una recuperación más avanzada y que los efectos de las lesiones no se agraven al no tener una condición física idónea que coadyuve en su desempeño corporal.

Los ejercicios recomendados

Marcela Echavarría explica que en estas edades lo más importante es que las personas preserven la movilidad en sus articulaciones y activen la funcionalidad de sus músculos.

Los hidroaeróbicos son muy recomendados, ya que favorecen a quienes tienen molestias osteomusculares. En el agua existe mayor facilidad en el movimiento de las articulaciones y el dolor se amortigua.

Estos ejercicios deben complementarse con actividades en tierra, con ejercicios de coordinación, de movilidad de las articulaciones y de fuerza para mantener la salud de los huesos y de los músculos.

Más ejercicio, menos riesgo de fracturas
Las lesiones óseas en adultos mayores también están asociadas en su mayoría a los procesos degenerativos del hueso, como la osteoporosis, por tanto, la actividad física es uno de los mejores métodos de prevención ya que es un estímulo positivo para la formación de la estructura ósea.

Entidades de salud a nivel global apuntan que las personas mayores más activas físicamente tienen menos riesgo de fracturas o lesiones, ya que sus huesos son más sanos y las probabilidades de caerse son menores.

Sin embargo, cuando esto ocurre, la medicina deportiva conduce a una adecuada recuperación del paciente, que dependerá también de su condición física previa al evento, a la gravedad de su lesión y al tratamiento o el manejo que le sea recomendado.

Los protocolos actuales, describe Marcela Echavarría, señalan que después de una lesión, la recuperación comienza con una movilización temprana, que incluso puede iniciar en la cama de hospitalización, aún si el paciente está en una unidad de cuidados intensivos.

Estos movimientos se localizan en las articulaciones como la cadera, los brazos, las piernas, la columna y las extremidades, de acuerdo a la ubicación, el tipo y la gravedad de la lesión.

Lo anterior es importante dado que los pacientes, de no iniciar con ese proceso de movimientos corporales, pueden entrar en un síndrome de desacondicionamiento físico, que se origina con estados prolongados de reposo. En este los músculos se atrofian y al igual que los huesos pueden verse afectadas sus funcionalidades.

En una fase posterior, y con el aval de ortopedistas, neurocirujanos o endocrinólogos, el paciente podrá comenzar a hacer ejercicios más exigentes, como caminar, para fortalecer huesos y músculos (no solo los afectados sino todo el conjunto en general) que prevenga lesiones asociadas que, probablemente, puedan ser mayores que la inicial.

“El ejercicio es tan importante como bañarse o comer, en cualquier etapa de la vida, previene y cura”, cierra Marcela Echavarría.


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