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Si bien las personas podrían asociar sus síntomas con los de un infarto, esta patología es más grave y altamente letal, y se debe atender con prontitud para evitar consecuencias mayores.


La disección aórtica se configura cuando la aorta, la arteria más grande que recorre el cuerpo, se rompe por la mitad debido a causas como una dilatación o la presión descontrolada, comprometiendo los vasos sanguíneos que llevan la circulación al cerebro y ocasionando un derrame cerebrovascular.
Esta le provoca a la persona un dolor en el pecho súbito, similar a un desgarro interno, que podría ser confundido con el que genera un infarto, explica Sebastián Portillo, médico cirujano de la Clínica Medellín y subespecialista en cirugía cardiovascular, pero con una letalidad mayor.
“Casi el 40 % de los pacientes al presentar este dolor fallecen en el mismo instante o pocos minutos después porque se rompe la artería más importante del organismo”, advierte Portillo.

Una patología asintomática

El especialista asevera que los hombres mayores de 60 años son la población más susceptible de padecer una disección aórtica: ellos son el 65 % de los pacientes con esa enfermedad.
Uno de los factores de riesgo más importante es la hipertensión arterial, que genera que la presión se incremente. Igualmente el tabaquismo tiene mucho que ver en su aparición. Hay otros como las enfermedades autoinmunes (diabetes, artritis, lupus, entre otras), inflamatorias (por ejemplo la colitis ulcerosa o la artritis reumatoide) o infecciones (sífilis, tuberculosis).

Portillo explica que las dilataciones de la aorta, que es una de las causas de esta enfermedad, generalmente son asintomáticas y solo se detectan cuando el paciente consulta por un dolor y es sujeto de exámenes que revelan esta situación.
“Entre el 85 % y el 90 % de las disecciones aórticas van a ser asintomáticas; el problema es que como es un dolor con unas características muy similares a las de un infarto, incluso algunos médicos no aciertan en su diagnóstico y los someten a tratamiento con medicamentos para controlar esta enfermedad, pero estos les ponen la sangre muy lisa y al llevarlos a cirugía el pronóstico se empeora y el riesgo de sangrado aumenta”, señala Portillo.
El anterior es un criterio clave en el desenlace que tenga el manejo de la situación, ya que si este es intervenido quirúrgicamente con más celeridad, la tasa de sobrevida crece de hasta cinco a diez años en el 70 % a 75 % de los pacientes, ya que se les corrige su condición a tiempo.

¿Cómo impacta en la calidad de vida del paciente que sobrevive?

El estado del paciente una vez es dado de alta luego de pasar por una disección aórtica dependerá de cómo sea su situación al llegar a la atención en urgencias.
“Si llega con un derrame que compromete las arterias, esa condición no es modificable en la cirugía, pero en cambio si no hay signos de mala perfusión y tiene un accidente cerebrovascular, tendrá una tasa de supervivencia mayor y podrá seguir su vida con normalidad”, sostiene el especialista.

Esta patología ha sido diagnosticada hace muchos años, y la manera de intervenirla ha cambiado poco. Portillo explica que esta consiste en resecar la porción disecada de la arteria, poner un injerto y reconstruir la aorta y los vasos que llevan la sangre al cerebro.
Sin embargo destaca alguno avances recientes para proteger el cerebro, como la perfusión, que es llevarle sangre de forma continua por las arterias propias de este órgano o por las venas que circulan hacia él, o exponer al paciente a una temperatura cercana a los 18 grados centígrados para disminuir el metabolismo del cerebro y que la cirugía no tenga tantos riesgos.


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