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En el proceso de tratamiento, control y recuperación de los pacientes con enfermedades crónicas y oncológicas, hay unos actores que sirven de enlace entre el personal médico y el paciente: los cuidadores.

Estas personas, que por lo general son familiares del paciente, pero también pueden ser allegados o conocidos cercanos, son responsables del apoyo y el cuidado de su enfermedad en casa, y sus tareas van desde el acompañamiento y la asistencia de sus necesidades básicas (alimentación, aseo personal, la movilización, el cambio de posición, entre otras), hasta la participación en el tratamiento médico como el suministro de los medicamentos en casa.

Esta labor desinteresada es clave pues los pacientes con enfermedades crónicas y oncológicas requieren una asistencia permanente en su tratamiento, pero por la cuota de responsabilidad que implica, expone a los cuidadores a cambios en sus hábitos y comportamientos que pueden conducir a involucrarse en un proceso emocional al que se le debe prestar la debida atención, sugiere Diana Muriel, la jefe del servicio de Psicología de la Clínica Medellín.

“Si nosotros no cuidamos de ese cuidador, se puede configurar algo que se llama claudicación emocional. Proveer cuidado es un reto personal que nace de los sentimientos de gratitud y responsabilidad, pero en el proceso se pueden presentar otras sensaciones: miedos, tristeza, desconcierto, agotamiento, aislamiento e irritabilidad; incluso surgen síntomas físicos que incluyen cansancio, alteraciones en el sueño y la alimentación -sus horarios cambian según los del paciente-, dolores musculares y de cabeza, entre otros”.

Lo anterior puede desencadenar, en principio, en el Síndrome del cuidador quemado, que es una forma de Burnout en cuidadores, que se manifiesta con agotamiento físico, mental y emocional, que termina por agobiar al cuidador.

Dichas sensaciones se desbordan y entonces la persona que asiste al paciente se convierte, a su vez, en otro paciente, con los debidos riesgos que esto implica para quien padece de la enfermedad crónica y oncológica, que por su naturaleza requiere de una atención constante.

“El cuidador que pasa por esta situación claudica emocionalmente, es decir, que siente incapacidad para ofrecer una respuesta adecuada a las múltiples demandas y necesidades del paciente, dice ‘ya no más’ y aunque quiera ayudar, está tan fatigado física y emocionalmente que no se preocupa por las tareas del cuidado del paciente ni las propias”, advierte Muriel.

Estos síntomas se expresan con mayor frecuencia cuando el paciente tiene una enfermedad crónica y oncológica, pues sus cuidados requieren mayor atención y dedicación que aquellas patologías más sencillas.


¿De qué trata ‘Unidos somos más?

Este programa de la Clínica Medellín, liderado por el servicio de Psicología, le brinda al cuidador estrategias para que su labor sea benéfica para el paciente al que asiste, pero también para sí mismo.

Se brindan pautas de autocuidado y expresión emocional, explica la jefe de Psicología, para que reorganice sus tareas y también tenga la capacidad de expresar sus emociones, compartirlas y que sienta que no está solo en el proceso.

“La labor la hacemos de manera individual, desde psicología atendemos al paciente, pero también a su familia. Con los cuidadores tratamos de conformar grupos para que compartan sus experiencias, si tienen alguna queja emocional, y en caso de que sea necesario remitimos al cuidador a psicoterapia”, dice Muriel.

En los espacios de interacción con los cuidadores, ‘Unidos somos más’ se articula con el servicio de enfermería, para capacitar a los cuidadores en algunos cuidados que se deben brindar al paciente cuando esté en casa.



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