Esta afección respiratoria, que produce la exposición al cigarrillo, el humo de distintas fuentes y otros factores ambientales, tiene un impacto en la calidad de vida del paciente que puede ir de leve a muy severo.
Si usted es una persona mayor de 50 a 55 años que ha fumado durante las últimas dos décadas, tiene altas probabilidades de desarrollar el EPOC –enfermedad pulmonar obstructiva crónica–, una infección respiratoria que se manifiesta con una tos constante, en especial en las mañanas, la acumulación de secreciones y la expulsión de flema.
El doctor Bernardo Muñoz, médico neumólogo de la Clínica Medellín, asegura que el EPOC también tiene incidencia en quienes habitan ciudades en altura, en regiones donde aún se cocina con leña en recintos cerrados, o por la exposición al humo de las fábricas o la circulación vehicular.
Esta enfermedad se divide en varios grados de afección: los grados uno y dos son toses leves en los que paciente siente cansancio y asfixia, pero al avanzar en su gravedad esta le puede generar problemas hasta para actividades cotidianas como bañarse o ponerse los zapatos, ya que la fatiga y el agotamiento son permanentes.
Según algunas guías españolas que referencia el doctor Muñoz, esta enfermedad se clasifica en cuatro fases: leve, moderado, severo y muy severo; hay incluso unas que se refieren al EPOC del final de la vida.
“Los pacientes con EPOC deben cuidarse en especial en épocas de invierno; solo con el aire y la humedad se pueden descompensar. Usar bufandas, ponerse ropa que los cubra, comer y alimentarse bien son claves”, reseña el doctor Muñoz.
El manejo del EPOC
El paciente fumador que sienta cansancio al caminar o al correr, que antes hacía deporte, pero ahora el desaliento no se lo permite, debe consultar a un especialista para que, de acuerdo con los síntomas que reporte, se le realice una espirometría, un examen que permite medir la cantidad de aire que entra al pulmón y qué capacidad tiene de exhalar. La radiografía además indicará si hay un daño anatómico, esto es clave ya que puede dar indicios de un posible cáncer de pulmón, uno de los más mortales.
El mejor tratamiento, sin duda, es dejar de fumar de inmediato: “el cigarrillo tiene 4.000 productos químicos, de los cuales 40 a 80 son cancerígenos”.
Sin embargo, hay dos tratamientos básicos para controlar el EPOC: el uso de inhaladores y el oxígeno. Respecto a los primeros, el doctor Muñoz plantea que existen varios tipos: los broncodilatadores, los beta-2, los anticolinérgicos y los esteroides.
“Estos pueden usarse de forma individual o combinados; antes, los esteroides se usaban en todos los pacientes, hoy no todos los necesitan”, resalta el doctor, quien recomienda dejar de fumar para permitir que los inhaladores sean efectivos.
El doctor desmiente a quienes afirman que el uso de estos genera problemas en el corazón, basándose en eventos pasados cuando los primeros inhaladores provocaban taquicardias, pero esto ocurría porque se utilizan de forma exagerada o se hacía contradiciendo las indicaciones de los especialistas, ya que sí es un efecto previsible pero solo en algunas personas con susceptibilidades ante el medicamento.
“Los inhaladores son seguros. La gente cree que al sentirse asfixiada puede hacer puf cuando lo desee, digamos hasta 40 veces diarias sin restricción, y resulta que el médico se lo mandó por ocho, gastándoselo en dos días; esto es como si a la persona le enviaran ocho pastillas diarias y se tomara 40, lo cual los intoxicará”, precisa.
No le tema al oxígeno
Muñoz aclara que el uso del oxígeno es una de las medicaciones que ha demostrado brindarles a los pacientes con EPOC mayor cantidad y calidad de vida. “Es la mejor droga cuando una persona tiene la enfermedad muy avanzada y el oxígeno en la sangre empieza a bajar”, asegura. Esto lo dice para refutar algunos conceptos que señalan que su uso “envicia”.
“En el aire que respiramos sólo está presente un 21 % de oxígeno. Eso es lo que todos inhalamos. Pero cuando dañamos los pulmones al fumar o al aspirar humo proveniente de la leña o de la contaminación ambiental, necesitamos más oxígeno para no cansarnos tanto ni afectar las funciones del cerebro o el corazón”, explica el especialista.